Ohiyesa, Charles A. Eastman










De niño, cualquier guijarro bonito tenía un valor par mí; todo árbol en crecimiento era un objeto de reverencia. ¡Ahora rindo culto con el hombre blanco ante un paisaje pintado cuyo valor se calcula en dólares!





Entre nosotros no había templos ni santuarios, salvo los de la naturaleza.

Siendo un hombre natural, el indio era intensamente poético. Consideraría un sacrilegio construir una casa para Aquel que podemos encontrar cara a cara en las naves misteriosas y umbrías del bosque primitivo o en el corazón iluminado por el sol de las praderas vírgenes, en las vertiginosas agujas y pináculos de roca desnuda y más allá, en la bóveda enjoyada del cielo nocturno.

Aquel que se recubre de diáfanos velos de nubes, allí en el borde del mundo visible, donde nuestro Bisabuelo el Sol enciende el fuego del campamento nocturno, Aquel que cabalga sobre el riguroso viento del norte o exhala su espíritu en las aromáticas brisas del sur y cuya canoa surca los ríos majestuosos y los mares interiores .

¡Aquel no necesita una catedral menor!



Ohiyesa, Charles A. Eastman 1858 – 1939, Dakota Santee